7 Trucos Imprescindibles para la Regulación Emocional de Niños Pequeños

webmaster

영유아 정서 조절 지도 - **Prompt 1: Empathetic Connection**
    "A cozy indoor scene bathed in warm, soft light. A five-year...

¡Hola, mamás y papás increíbles que me acompañan cada día! Hoy vamos a conversar sobre un tema que a muchos nos mantiene pensando y, a veces, con el corazón en un puño: la regulación emocional en nuestros pequeños.

영유아 정서 조절 지도 관련 이미지 1

¿Les ha pasado que sus hijos, de repente, explotan en un mar de lágrimas o una rabieta monumental, y se sienten un poco perdidos sobre cómo ayudarles a gestionar todo eso?

¡A mí, como observadora y participante activa en el mundo de la crianza a través de mis sobrinos y amigos, me ha tocado vivirlo de cerca! Y es que la infancia es una etapa de descubrimiento intenso, donde cada emoción es nueva y a menudo abrumadora.

Pero lo fascinante es que hoy en día, gracias a la increíble labor de muchísimos expertos y a las nuevas perspectivas en psicología infantil, sabemos que podemos hacer mucho más que simplemente intentar ‘calmar’ una pataleta.

Estamos aprendiendo que guiar a nuestros hijos a entender y expresar sus sentimientos desde bebés es la clave para que crezcan siendo adultos equilibrados, empáticos y seguros de sí mismos.

¡Es una inversión a largo plazo que vale oro! Las tendencias actuales no solo nos invitan a poner límites, sino a construir un puente de comunicación y entendimiento con ellos, incluso antes de que puedan hablar.

Así que, si se preguntan cómo pueden ser ese faro de tranquilidad para sus pequeños en medio de la tormenta emocional, si buscan estrategias prácticas y cariñosas que realmente funcionan y si quieren sembrar las semillas de una inteligencia emocional duradera, han llegado al lugar correcto.

¡Prepárense para transformar el caos en conexión y el llanto en aprendizaje! En el siguiente artículo, vamos a descubrirlo todo con ejemplos reales y soluciones que podrán aplicar desde hoy mismo.

¡Les aseguro que no se van a arrepentir!

Descifrando el mundo interior de nuestros pequeños: ¿Por qué explotan?

¡Uf, esa pregunta! ¿Verdad que a veces sentimos que estamos en una montaña rusa emocional con nuestros chiquitines? Como les conté, he tenido la oportunidad de ver de cerca cómo los peques de mis amigos y mis sobrinos navegan este mar de sensaciones. Y una cosa que he aprendido es que esas explosiones, esos llantos inconsolables o esas rabietas de órdago, no son caprichos. Son, en realidad, un grito de auxilio, una forma de decirnos: “¡No sé qué me pasa y no sé cómo gestionarlo!”. Piénsenlo, para ellos, cada emoción es una novedad gigante, un tsunami que los arrasa sin previo aviso. No tienen el mismo prefrontal que nosotros, ese ‘director de orquesta’ que nos ayuda a poner orden. Ellos sienten con todo su ser y, claro, sin las herramientas adecuadas, es fácil que se desborden.

La ciencia detrás de la pataleta: Un cerebro en desarrollo

Cuando un niño se enfada o frustra, su cerebrito está trabajando a mil por hora, pero no de la forma que un adulto lo haría. La parte de su cerebro que gestiona las emociones más primarias, la amígdala, se activa a tope. Es como una alarma que suena muy fuerte. Mientras tanto, la corteza prefrontal, que es la que se encarga de la lógica, el razonamiento y el control de impulsos, aún está en plena construcción. Imaginen intentar conducir un coche sin un volante o unos frenos bien desarrollados. Pues algo así les pasa a ellos. Mi experiencia me dice que entender esto es el primer paso para cambiar nuestra perspectiva: ya no vemos un niño “portándose mal”, sino un niño “luchando con una emoción muy grande” y necesitando nuestra guía.

Identificando los detonantes: Pequeñas pistas para grandes alivios

A menudo, las explosiones emocionales tienen un patrón, ¿se han dado cuenta? Mis amigas y yo hemos notado que el cansancio extremo, el hambre, una sobrecarga de estímulos (demasiado ruido, demasiada gente, demasiadas luces) o incluso la anticipación de un cambio de rutina pueden ser la chispa que enciende la mecha. Hace poco, una de mis sobrinas, que es un sol, tuvo una rabieta de las que hacen historia porque le adelantaron la hora de la siesta en un parque lleno de gente. Claro, ¿cómo iba a gestionar tanto cambio y tanta excitación sin que le pasara factura? Observar con cariño y paciencia qué situaciones suelen desestabilizarlos nos da una ventaja enorme. Así podemos anticipar y, en muchos casos, prevenir el colapso, o al menos estar preparados para acompañarlos de la mejor manera. Es como ser pequeños detectives de las emociones, ¿no creen?

El poder de la conexión: Un refugio seguro para sus emociones

¿Qué es lo que más buscamos cuando estamos en apuros? Un hombro amigo, ¿verdad? Nuestros hijos no son diferentes. En medio de un torbellino emocional, lo que más necesitan de nosotros no es un sermón ni un castigo, sino nuestra presencia, nuestra calma y la seguridad de que estamos ahí, incondicionalmente. Para mí, esto ha sido un cambio de juego total. Antes, quizá me enfocaba en “parar la rabieta”, pero ahora mi objetivo es “conectar con el sentimiento”. Y la diferencia es abismal. Cuando nos acercamos con empatía, sin juzgar, creando ese espacio seguro, les estamos enseñando el mensaje más valioso: “Está bien sentir lo que sientes, y yo estoy aquí para ayudarte a atravesarlo”.

Validación emocional: El primer paso hacia la calma

La validación no es dar la razón a la pataleta, sino reconocer el sentimiento que la provoca. Decir frases como “Entiendo que estés muy enfadado porque no puedes comer más galletas ahora mismo” o “Veo que te sientes muy triste porque tu torre se ha caído” hace maravillas. Mi prima, que tiene mellizos y lo ha vivido todo, me contaba cómo al principio le costaba, pero una vez que empezó a validar, el tiempo de las rabietas se redujo a la mitad. ¡Es magia! Es como si, al sentir que los entendemos, esa emoción gigante empieza a desinflarse un poquito. Les da permiso para sentir y, al mismo tiempo, les enseña que las emociones son parte de la vida, no algo de lo que avergonzarse.

Presencia y calma: Nuestro ancla en la tormenta

Esto es lo más difícil, ¿verdad? Mantener la calma cuando nuestro pequeño está en modo volcán. Pero créanme, es lo más efectivo. Cuando nosotros mantenemos la serenidad, les ofrecemos un espejo de lo que significa autorregularse. No es fácil, lo sé. A mí me ha tocado respirar hondo mil veces, contar hasta diez y hasta salir un momento al balcón si la situación lo permitía (y el niño estaba seguro, claro). Pero el esfuerzo vale la pena. Esa calma, ese tono de voz suave, esa mirada comprensiva, son su ancla. Les transmiten: “Mamá/papá tiene el control, yo puedo confiar en que me guiará”. Además, un abrazo apretado (si lo permiten y no están en modo agresión) puede ser el bálsamo más poderoso. El contacto físico libera oxitocina, la hormona del amor y la conexión, que es una gran aliada contra el estrés.

Advertisement

¡Manos a la obra! Estrategias prácticas que sí funcionan en casa

Ahora sí, lo que todas queremos: trucos que podamos aplicar desde ya. Porque una cosa es entender la teoría y otra muy diferente es enfrentarse a la realidad de un niño llorando a lágrima viva por un juguete. Aquí les comparto algunas de las estrategias que, por mi experiencia y lo que veo en mi círculo, son verdaderos salvavidas. Siempre recordando que cada niño es un mundo y lo que funciona para uno, quizá necesite un ajuste para otro. La clave es la constancia y la paciencia.

El rincón de la calma: Un oasis para el desborde

¡Esto me encanta! Crear un espacio en casa, acogedor y libre de distracciones, donde el niño pueda ir cuando se sienta abrumado. No es un lugar de castigo, ¡ojo!, sino un lugar de refugio. Puede ser una pequeña tienda de campaña, una alfombra suave con cojines, o incluso un simple espacio bajo una mesa con una mantita. Dentro, podemos poner algunos objetos que le ayuden a calmarse: un libro favorito, una pelota antiestrés, un pañuelo con nuestro olor, o incluso un espejo para que observe sus expresiones faciales (¡esto les fascina!). Les enseñamos: “Cuando te sientas muy enfadado o triste, puedes venir aquí a tranquilizarte”. Una de mis amigas lo implementó con su hija de tres años, y ahora la pequeña, por sí misma, va a su “cueva” cuando siente que se le sube la emoción. ¡Es increíble ver cómo interiorizan la herramienta!

Respiración consciente y juegos para relajar el cuerpo

Parece algo de adultos, pero podemos adaptarlo para ellos. ¿Conocen la técnica de “respirar como una flor” (olerla lentamente) y “soplar como una vela” (exhalar)? O la de la “tortuga” (encogerse y luego estirarse). Juegos como estos les enseñan a tomar conciencia de su respiración y a relajar sus músculos. Un truco que me enseñó una maestra de infantil y que he visto funcionar con mis sobrinos es el “globo mágico”. Les pedimos que tomen aire inflando su barriga como un globo gigante y luego lo suelten despacito. Al principio se ríen, pero con la práctica, es una herramienta súper útil. Incorporar estos pequeños ejercicios en nuestra rutina diaria, incluso cuando no están enfadados, hace que, cuando llegue el momento de tensión, ya lo tengan integrado como un recurso.

Creciendo con empatía: Enseñando a reconocer y nombrar sus sentimientos

Para poder gestionar una emoción, primero hay que saber qué es. Es como ir al médico: si no sabes describir qué te duele, es difícil que te den la solución adecuada. Con las emociones pasa lo mismo. Ayudarles a ponerle nombre a lo que sienten es fundamental. Y no solo las emociones “buenas”. Todas las emociones son válidas y necesarias. Mi enfoque personal ha cambiado mucho en esto; antes, tendía a querer que estuvieran siempre contentos, pero ahora entiendo que la tristeza o el enfado son partes importantes de la vida y que es crucial que aprendan a sentirlas y expresarlas saludablemente.

El vocabulario emocional: Un tesoro para toda la vida

Desde que son bebés, podemos empezar a nombrar lo que vemos en ellos: “Parece que estás contento/a con este juguete”, “Veo que te frustra que no salga”, “Estás enfadado/a, ¿verdad?”. Cuando son un poco más mayores, los libros de emociones son un recurso maravilloso. Hay cuentos preciosos que explican el miedo, la alegría, la tristeza, el enfado… Mis sobrinos tienen uno llamado “El monstruo de colores” que es una joya. Les encanta identificar al monstruo con cada emoción. Además, podemos usar las situaciones cotidianas: “Mira, a ese niño se le ha caído el helado, ¿cómo crees que se siente?”, “Estoy un poco triste hoy porque no he podido verte”. Así, poco a poco, van construyendo su propio diccionario emocional, lo que les da poder sobre sus propias vivencias.

Modelando nuestras propias emociones: Sé el ejemplo que quieres ver

Esto es un poco incómodo a veces, pero ¡es vital! Nuestros hijos son como esponjas y aprenden muchísimo observándonos. Si nosotros gritamos cuando nos enfadamos o escondemos nuestra tristeza, ellos aprenderán a hacer lo mismo. Por el contrario, si decimos: “Mamá está un poco frustrada porque no consigue abrir este bote, voy a respirar hondo”, o “Estoy contenta porque hemos pasado un día genial”, les estamos dando un ejemplo real y práctico de cómo se gestionan las emociones. Hace poco, me pillé un buen atasco y, en vez de frustrarme en silencio, dije en voz alta (en un tono tranquilo, claro): “¡Ay, qué fastidio el tráfico! Me hace sentir un poco impaciente, pero voy a escuchar mi música favorita para relajarme”. Mi sobrina que iba conmigo me miró y luego se puso a cantar. ¡Funciona!

Advertisement

Más allá de la pataleta: Herramientas para construir resiliencia

La regulación emocional no es solo sobre cómo reaccionar a una pataleta, sino sobre cómo equipar a nuestros hijos para la vida. Queremos que sean capaces de afrontar desafíos, recuperarse de las caídas y seguir adelante con una actitud positiva. Esto es lo que llamamos resiliencia, y la verdad es que es uno de los mejores regalos que podemos darles. No se construye de la noche a la mañana, es un trabajo constante, como sembrar y cuidar una plantita para que crezca fuerte y pueda aguantar las tormentas.

Resolución de problemas juntos: Empoderando su autonomía

영유아 정서 조절 지도 관련 이미지 2

En vez de siempre darles la solución, podemos guiarles para que la encuentren ellos mismos. Cuando están un poco más calmados (¡importantísimo!), podemos decirles: “¿Qué podemos hacer ahora para solucionar esto?”, “¿Qué idea se te ocurre?”. Si un juguete se rompe y el niño llora, en lugar de comprar uno nuevo al instante, podemos sugerir: “¿Qué tal si intentamos arreglarlo con papá/mamá? O, ¿qué otra cosa puedes hacer ahora que no tienes este juguete?”. Esto les enseña que, aunque algo no salga como esperaban, siempre hay opciones y que ellos tienen la capacidad de influir en su entorno. Es un entrenamiento en autonomía y en la idea de que los problemas tienen solución, aunque a veces cueste un poco encontrarla. Mi experiencia me ha mostrado que al darles esta voz activa, su autoestima se dispara.

La importancia del juego libre y el movimiento

¡No subestimemos el poder del juego! A través del juego libre, los niños procesan sus emociones, ensayan roles, resuelven conflictos y queman energía acumulada. Un niño que ha tenido un día difícil en la guardería o el colegio, a veces solo necesita correr, saltar, gritar (en un lugar adecuado, claro) o construir una torre gigante para luego tirarla. El movimiento físico es una forma fantástica de liberar tensiones y regular el sistema nervioso. Y no solo eso, el juego imaginativo les permite explorar emociones complejas en un entorno seguro. Cuando juegan a ser el “papá enfadado” o la “princesa triste”, están practicando su inteligencia emocional sin siquiera darse cuenta. Les animo a que les den mucho espacio para jugar sin dirigirles, simplemente observando y disfrutando de su creatividad.

¿Cuándo pedir ayuda? Reconociendo las señales y buscando apoyo

Todas hacemos nuestro mejor esfuerzo, damos el 200%, y aun así, hay momentos en los que nos sentimos desbordadas o simplemente, no sabemos qué más hacer. Y eso, queridas, está perfectamente bien. No hay medallas por ser “mamás perfectas”, sino por ser mamás que buscan lo mejor para sus hijos y para sí mismas. Reconocer cuándo necesitamos una mano extra no es un signo de debilidad, sino de inteligencia y amor profundo. He visto a muchas amigas y conocidas pasar por momentos difíciles, y buscar ayuda profesional ha sido un antes y un después para ellas y sus familias. No hay que tener miedo de preguntar, de investigar y de buscar a los especialistas adecuados.

Señales de alarma: Cuándo consultar a un profesional

Si bien las rabietas y los desafíos emocionales son parte normal del desarrollo, hay ciertas señales que podrían indicarnos que nuestro hijo necesita un apoyo más especializado. Si observan que las rabietas son excesivamente frecuentes, muy intensas, duran mucho tiempo, o si el niño se hace daño a sí mismo o a otros con regularidad. También si notan un cambio brusco en su comportamiento (se aísla, pierde interés en cosas que antes le gustaban), si tiene problemas persistentes para dormir o comer, o si el nivel de ansiedad o tristeza parece constante y afecta su vida diaria. Esas son las luces amarillas que nos dicen: “quizá sea momento de hablar con un experto”. Los psicólogos infantiles son una maravilla y tienen herramientas específicas para cada edad y situación. No tienen que cargar con esto solas. Mi consejo es que si la intuición les dice que algo no va del todo bien, ¡confíen en ella!

Recursos y apoyo: No estás sola en este camino

Hay una gran cantidad de recursos disponibles. Desde pediatras que pueden orientarnos inicialmente, hasta psicólogos infantiles, terapeutas ocupacionales o grupos de apoyo para padres. A veces, simplemente hablar con otras mamás que están pasando por lo mismo en grupos de crianza puede ser un alivio inmenso. Y no olvidemos los recursos online; hay blogs, podcasts y cuentas de profesionales increíbles que comparten información valiosa. Aquí les dejo una pequeña tabla con algunas opciones de apoyo, pensando en que cada familia es única:

Tipo de Apoyo ¿Cuándo Considerarlo? Beneficios Clave
Pediatra Primeras dudas, descarte de causas médicas, derivación a especialistas. Visión integral de la salud, consejos de desarrollo.
Psicólogo Infantil Rabietas extremas, ansiedad persistente, problemas de conducta, dificultades sociales. Herramientas específicas para el niño, guía para padres, diagnóstico.
Terapeuta Ocupacional Dificultades en procesamiento sensorial que afecten la regulación emocional. Estrategias para gestionar estímulos, mejorar la auto-regulación física.
Grupos de Apoyo para Padres Sentirse sola, compartir experiencias, obtener consejos prácticos. Comunidad, validación, nuevas perspectivas.
Advertisement

El reflejo en el espejo: Nuestra propia regulación emocional como guía

Y para cerrar, quiero tocar un punto que me parece fundamental y que a menudo olvidamos: ¡nosotras mismas! No podemos verter de un vaso vacío. Para poder guiar a nuestros hijos en su viaje emocional, nosotras necesitamos estar lo más centradas y calmadas posible. Sé que es fácil decirlo y un tremendo desafío hacerlo en el día a día con mil cosas en la cabeza. Pero, chicas, nuestro propio bienestar emocional es la base de todo. Cuando yo me siento más tranquila, veo que mis interacciones con mis sobrinos son mucho más fluidas y efectivas. Si estoy estresada, es más probable que reaccione en vez de responder con calma. Es un espejo, ¿saben?

Cuidando a la cuidadora: La importancia del autocuidado

Esto no es un lujo, es una necesidad. Encontrar esos pequeños momentos para nosotras, ya sea tomar un café tranquilas, leer un libro unos minutos, dar un paseo, o simplemente respirar profundamente cuando la cosa se pone tensa. Esos instantes recargan nuestras baterías y nos dan la paciencia extra que tanto necesitamos. Una amiga, mamá de tres, me confesó que su “autocuidado” era simplemente sentarse diez minutos en su coche antes de entrar a casa después del trabajo, ¡en silencio! Y le funcionaba. Cada una debe encontrar lo que le funciona, pero la clave es reconocer que merecemos ese tiempo y que es crucial para poder dar lo mejor de nosotras a nuestros hijos. La culpa no tiene cabida aquí, solo la necesidad de mantener nuestro propio equilibrio emocional.

Gestionando nuestras propias emociones frente a ellos

Como les comenté antes, somos su modelo principal. Si nos enfadamos, está bien decirlo, pero también está bien modelar cómo gestionamos ese enfado. “Estoy enfadada porque se me ha quemado la comida, voy a tomarme un momento para respirar y luego veremos qué cenar”. Les estamos enseñando que sentir rabia, tristeza o frustración es normal, pero que hay formas constructivas de procesarlo. Si en algún momento perdemos los papeles (porque somos humanas, ¡claro que sí!), también podemos modelar la disculpa: “Lo siento, me he enfadado demasiado y he gritado. No es la forma correcta de reaccionar y lo siento mucho”. Esta autenticidad no nos hace débiles, nos hace reales, accesibles y les enseña una lección invaluable sobre la reparación y el perdón.

글을 마치며

Querida familia, hemos llegado al final de este viaje para entender mejor a nuestros pequeños exploradores emocionales. Espero de corazón que estas reflexiones y consejos les sirvan de brújula en esos momentos de tormenta. Recuerden que no hay manuales perfectos, solo el amor incondicional y la voluntad de aprender y crecer junto a ellos. Cada día es una nueva oportunidad para conectar, para enseñar y para aprender los unos de los otros. ¡Mantengamos la paciencia, la empatía y, sobre todo, ese abrazo que lo cura todo!

Advertisement

알아두면 쓸모 있는 정보

1. Observa los patrones: Presta atención a qué situaciones o momentos del día suelen desencadenar las explosiones emocionales de tu hijo. Conocer los detonantes te ayuda a anticipar y actuar con más calma.

2. Valida sus sentimientos: Dile a tu hijo que entiendes cómo se siente, sin juzgar la emoción. Frases como “Sé que estás muy enfadado” o “Parece que esto te pone triste” abren la puerta a la conexión y la calma.

3. Crea un “rincón de la calma”: Designa un espacio acogedor en casa donde tu hijo pueda ir a tranquilizarse cuando se sienta abrumado. Equípalo con cojines, libros o juguetes sensoriales que le ayuden a autorregularse.

4. Enséñale a respirar jugando: Utiliza técnicas divertidas como la “respiración de la flor” (oler lento) o el “globo mágico” (inflar la barriga como un globo) para que aprenda a calmarse de forma consciente.

5. Cuídate a ti misma: Recuerda que para poder dar lo mejor a tus hijos, necesitas estar bien. Busca momentos de autocuidado, por pequeños que sean, y no dudes en pedir ayuda cuando te sientas desbordada. Tu bienestar es clave.

중요 사항 정리

Hemos aprendido que las explosiones emocionales de los niños son una forma de comunicar que no saben gestionar sus grandes sentimientos, y no un capricho. Es crucial entender que su cerebro aún está en desarrollo, lo que explica la intensidad de sus reacciones. La clave está en la conexión empática, validar sus emociones y ofrecerles herramientas prácticas para la autorregulación, como el rincón de la calma o ejercicios de respiración. Modelar nuestras propias emociones de forma saludable y enseñarles a nombrar lo que sienten es fundamental para construir su resiliencia. Finalmente, reconocer cuándo buscar ayuda profesional y priorizar nuestro propio autocuidado son pasos vitales para apoyar el desarrollo emocional de nuestros hijos y el bienestar familiar.

Preguntas Frecuentes (FAQ) 📖

P: arece una tarea titánica!A1: ¡Ay, qué buena pregunta! Y es que a veces pensamos que para hablar de emociones necesitan un diccionario y una tesis, ¿verdad? Pero la verdad es que podemos empezar muchísimo antes, casi desde que nacen. Mira, por mi experiencia con mis sobrinos y con los peques de mis amigas, lo primero es ponerle nombre a lo que sienten. Si ves que tu bebé llora y está frustrado porque no puede alcanzar un juguete, puedes decirle con cariño: “Veo que estás frustrado, mi amor, porque no alcanzas el juguete. ¡Es normal sentirse así!”. Al nombrar la emoción, incluso si no te entiende las palabras, asociará ese sentimiento a un sonido y a una validación. Es como ir sembrando semillitas.Otra cosa que me ha funcionado de maravilla es usar el juego y los cuentos. Con los más chiquitos, hacer caras de “feliz”, “triste”, “enojado” frente al espejo y ponerles nombre es genial. ¡Se ríen un montón y aprenden sin darse cuenta! Y con los que ya dicen alguna palabra, los cuentos con personajes que sienten emociones fuertes son un tesoro. Pregúntales: “¿Cómo crees que se siente el oso? ¿Por qué crees que está así?”. Esto les abre una ventanita al mundo emocional. Además, crear un ambiente seguro donde se sientan libres de expresar lo que sea, sin juicios, es la base. Si ven que tú hablas de cómo te sientes (“Hoy mamá está un poco cansada”), ellos aprenderán que todas las emociones son válidas y que pueden compartirlas. ¡Es un camino de a poquito, pero cada paso cuenta una barbaridad!Q2: ¡Uf! Y cuando ya están en plena rabieta, tirados en el suelo, con un volcán de emociones explotando, ¿qué hacemos? A veces me siento completamente inútil y solo quiero que pare.A2: ¡Ay, quién no ha estado ahí! Esa imagen del volcán es perfecta, porque eso es justo lo que sienten nuestros peques: una erupción incontrolable. Te entiendo perfecto, en esos momentos una siente que le explota la cabeza. Lo primero, y esto te lo digo desde el fondo de mi corazón porque lo he comprobado, es que tú mantengas la calma. ¡Sé que es fácil decirlo! Pero si tú te desbordas, ellos se desbordan más.

R: espira hondo, piensa en un paisaje tranquilo… lo que sea que te ayude a mantener tu centro. Luego, valida esa emoción.
En vez de decir “No es para tanto” o “Deja de llorar”, acércate con empatía y dile: “Entiendo que estés muy enojado/triste/frustrado. Es normal sentirse así cuando…
(y mencionas lo que pasó)”. No se trata de ceder a lo que piden si es algo que no pueden tener, sino de reconocer su sentimiento. Un abrazo fuerte, si lo aceptan, puede hacer maravillas para liberar oxitocina y bajar el cortisol del estrés.
A veces, un cambio de ambiente o una técnica de respiración (como la de la flor y la vela, inhalar lento por la nariz como si huelen una flor, y exhalar soplando una vela) puede ayudarles a volver a la calma.
Recuerda, no están manipulando, están abrumados y necesitan tu guía. La conexión es la mejor herramienta, siempre. Q3: Con la mejor de las intenciones, a veces los papás podemos cometer errores que, sin querer, complican la regulación emocional de nuestros hijos.
¿Cuáles son esos tropiezos más comunes y cómo podemos evitarlos para no meter la pata? A3: ¡Mira, esta pregunta es importantísima y super valiente! Porque sí, todos, absolutamente todos los papás y mamás (y tíos y cuidadores, ¡me incluyo!) hemos metido la pata alguna vez intentando ayudar.
Uno de los errores más frecuentes es intentar minimizar o negar sus emociones. ¿Quién no ha dicho “No es para tanto”, “Ya no llores” o “No pasa nada”?
Con estas frases, sin querer, les estamos enviando el mensaje de que lo que sienten no es válido o que hay emociones “malas” que deben esconder. ¡Y eso es contraproducente a largo plazo!
Otro tropiezo es tratar de solucionar el problema por ellos de inmediato, sin darles espacio para procesar o para que intenten encontrar sus propias soluciones (claro, adaptadas a su edad).
Esto puede llevar a la sobreprotección y a que no desarrollen su propia tolerancia a la frustración. Y hay uno que he notado mucho: la falta de modelado.
Si nosotros, como adultos, nos desbordamos fácilmente, gritamos o no hablamos de nuestras propias emociones de forma saludable, ¿cómo esperamos que ellos lo hagan?
Nuestros hijos son nuestras esponjas emocionales. Para evitarlo, yo siempre digo: ¡validar, validar y validar! Todas las emociones son parte de la vida.
Hablemos abiertamente de lo que sentimos, demostremos cómo nos calmamos cuando estamos enojados (un respiro profundo, ir a beber agua, etc.), y seamos constantes en los límites, pero flexibles en el amor y la comprensión.
¡Nuestra coherencia y nuestro propio ejemplo son el mejor manual para ellos!

Advertisement